Hace
mucho tiempo que no siento ninguna culpabilidad si me dejo un libro a medio
leer, hay autores que se merecen eso y más. Las mujeres lectoras deberíamos
rechazar con mayor frecuencia aquello que no nos gusta, a veces somos bastante
sufridoras y nos metemos entre pecho y espalda verdaderos ladrillos recomendados
por el patriarcado (perdonen la palabra) que nos dejan exhaustas. Yo tengo
mucho cuidado de lo que dejo entrar en mi cabeza ya sean canciones o palabras,
películas o versos. Porque cuanto más me lleno la cabeza de tonterías más debo
guardar silencio para que se me olviden esas chaladuras, casi todas son obras
de egotismo y decepción, relatos de gente que no se conocen a ellos mismo y no
practican la moderación ni meditan sobre los límites que debe tener toda obra
de arte, entre ellos no agobiar a la lectora.
Todos los veranos me leo una obra clásica
que esté alejada de esos parámetros del pesimismo y la presunción, que me ponga
los pies en el suelo, y me enseñe cómo contar y me alegre la vida. Estoy
enamorada de las obras que tratan del tiempo, quizás por eso en julio leí Momo
de Michael Ende, editado por Santillana, traducido por Begoña Llovet Barquero. Me
lo compré en la librería Metáfora de Roquetas de Mar y fui deleitándome paso a
paso de la historia de esa niña que tiene un gran don: sabe escuchar. En sus páginas
se desarrolla el análisis de por qué los hombres y mujeres dejamos de vivir el
presente e hipotecamos nuestra existencia con las prisas. El libro nos adentra
en el mundo misterioso y fantástico del Maestro Hora, de la tortuga Casiopea,
de Beppo y de Nino. Y nos enseña cómo los hombres grises intentan hacerse con
nuestro tiempo, esos hombres sin escrúpulos y constantes fumadores de
cigarrillos, esos hombres de los que debemos huir si no queremos quedarnos sin
minutos para vivir la vida que deseamos. Además de sorprenderte este libro te
da una buena lección: hay que vivir con los cinco sentidos cualquier tarea:
barrer, hacer un bocadillo o simplemente respirar; y hay que ser dueña de ese
tiempo que empleamos porque solo así podremos disfrutar de nuestra existencia
con atención y alegría. Os lo recomiendo. Recomiendo que lo leáis en voz alta
con vuestros hijos o nietos o sobrinos, con cualquier niño o niña que quiera
prestaros oídos.
No todo el mundo tiene la suerte de
conocer a una escritora especialista en literatura infantil, a mí me ha tocado
la lotería al poder disfrutar de una amistad tan divertida y sabia como la de Ana
Ramos (escritora encargada de Cosmopeque dentro del festival de Cosmopoética),
además nada muy bien y eso muestra su profundo sentido del ritmo, podría ser
una sirena si quisiera, pero ella ha elegido dedicarse al mundo de la
literatura. Es ella la encargada de la antología Mi primer verso. Antología de
poesía para los más pequeños, es un bello libro ilustrado por Coaner Codina,
publicado por Montena y recoge poemas de autores tan diferentes entre sí como Espronceda
o Mar Benegas, Samaniego o María Baranda, Alfonsina Storni, Bécquer o Concepción
de Estevarena y más, mucho más. Poemas llenos de alegría que robustece la raíz
optimista de la vida.
Y otro libro imprescindible para
este agosto es la antología poética Manos de primavera. Federico García Lorca
ilustrado por Aitor Saraiba, también publicado por Montena, poemas también
seleccionado por Ana Ramos y que nos conduce al universo lorquiano y nos deja
allí admiradas ante la existencia de un genio tan genial. Se trata de una
ventana abierta para conocer a nuestro andaluz universal y reconocer que es un
escritor más allá de todos los tópicos, se trata de unos poemas en los que fácilmente
apreciamos por qué queremos tanto a Federico.
Ahora me gustaría recomendaros otro
libro hermoso, se trata de KOKO. Una fantasía ecológica. Está escrito por esta
amiga de la que os hablo hoy: Ana Ramos. Y aquí añado el enlace para que podáis
leer la crítica que le hice en su día.
De todos los libros de los que les
he hablado hay que reseñar que se tratan de obras sin resentimiento, de
obras llenas de sonrisas y ternura. Feliz lectura y alejaos de los ladrones de
tiempo.