Cuando
se decidió tratar a la población española como si no hubiera salido de la
infancia se construyó también un tipo de relato que no se deshacía del
edulcorado romanticismo de las narraciones dictatoriales. Ahí tenemos las
películas de nuestro cine, las radionovelas y los libros que no son sinceros.
Esa era la clave: desterrar la verdad de nuestra vida diaria.
Y desconocer nuestra propia historia y
prometer ser buenísimos para que no se inquietaran los de siempre y, entonces,
vete tú a saber adónde nos habría llevado ese revuelo. Así entramos con alegría
en los parques para besarnos y con ingenuidad al Mercado Común, y nos olvidamos
de los monumentos de mal gusto que estaban erigidos para celebrar lo facha.
Eso significó una falta de madurez
extraordinaria y nos encontramos ahora con símbolos y hasta montañas coronadas
con los adornos de lo reaccionario. Pero nos queda la palabra de Lorca, la
limpia palabra de Lorca que, ahora, Juan Carlos Rubio ha llevado al teatro descubriéndonos
la correspondencia personal del poeta. No se puede sino sentir ternura, como si
un agua fresca regara nuestro corazón dolorido por lo que nos han acostumbrado
a callar y despertara, de nuevo, las ansias de lectura, de leer al poeta
gracias al interés con que esta producción de Histrión Teatro ha venido a salvarnos del silencio adquirido.
Nuestra historia tiene una versión
silenciada y no reconocida frente a otra versión que habla sin cortapisas y se
ufana de sus calles. Y cuando se habla de memoria histórica siempre aparece algún
graciosillo que se burla de los sentimientos de los allegados y familiares, esa
es la respuesta que han recibido las víctimas: la burla constante. Y eso para
el progreso moral de un país es peor que malo, es la deslegitimación de la
honestidad.
La obra de Juan Carlos Rubio nos lleva
por los perfumados senderos de la palabra que no se agolpa en la boca para no
ser dicha sino que bebe del juego y la alborada, de la luz de quien todavía es
un desconocido: el gran poeta Federico García Lorca.
Viene de nuevo el poeta a recordarnos
la injusticia y el sinsabor de las madrugadas y el frío en Víznar, viene a
decirnos la hondura de todo lo que se destruyó: desde el espíritu de la
Residencia de estudiantes hasta la alegría de las Sin sombrero, por ejemplo. Y
todo fue una inmensa desbandada. Ese es nuestro recuerdo: la desbandada
absoluta, y de ahí es de donde tenemos que volver, de esa huida. Huida que se
ha dado también en el lenguaje.
El actor Alejandro Vera y la actriz Gema Matarranz, el director Juan Carlos Rubio y el músico Miguel Linares, en la charla posterior a la obra La correspondencia personal de Federico García Lorca. |