sábado, 17 de noviembre de 2018

La herencia de la Carmelilla




Algunas veces sueño que la Carmelilla va por ahí subida en una barquichuela inventándose la letra de unos tanguillos de Cádiz o que de pronto, en mayo, aparece en uno de los patios de Córdoba para cortar poemas como una costurera corta un traje y nos da los versos sueltos para, después, unirlos a otros poemas de mujeres con los que construimos el milagro concreto y escrito de la sororidad.

         ¡Si ella supiera que le han dado su nombre a una calle! Andaría por toda la ciudad con su sonrisa a cuestas y su ego al límite de la divinidad, y todas brindaríamos con ella y le haríamos el gusto porque es un verdadero y razonable homenaje, un acto de justicia.

         Pues sí, existe la calle Carmen López Román. Y los teléfonos suenan con la comunicación incesante de la alegría porque han reconocido a una compañera. Esa es su herencia: ella que era el lazo de unión, la savia de muchos grupos sociales, grupos que acabábamos conociéndonos porque teníamos en común el ser amiga de la Carmelilla, ella que era la enredadera que todo lo enredaba debe de estar, desde el tocino de cielo de las feministas, emborrachándose y creando nuevas redes. Y es que no cesa. Es por eso que todas nos saludamos sabiendo que en algún momento disfrutamos de sus invenciones y de su humildad.

         Bienvenida sea esta memoria que florece, y ya sabemos que pasaremos por su calle con la frase en los labios de “yo la conocí”. Con el sentimiento de que de algo le ha servido tanto trabajo y tanto conciliar unos con otros para que al final todos seamos amigos, todas seamos amigas, y que su nombre crecerá entre la ciudadanía con la seguridad de hallar un hueco seguro sólo con nombrarla: El hueco de la amistad, que ella siempre procuraba con el saber estar de la que se maneja en todos los ambientes. No me quiero ni imaginar lo que estará liando en el Más allá ni las fiestas que se pegará por los siglos de los siglos porque ella, la Carmelilla, ya tiene su calle.


La Carmelilla en el Patio de Virginia (Patio Vesubio) en el 2011