Yo
hago la sopa de ajo con pan de un día pa otro. Echo en una cacerolita aceite y
el diente de ajo que lo frío un poquito, le añado un tomate pelao y picao, y
después mareo el pan. Añado el agua y la yerbabuena, cuando hierve la retiro
del fuego y le pongo taquitos de jamón serrano, por último le añado cuatro
huevos que se hacen con la calor que retiene el caldo, por supuesto la corrijo
al final de sal. Esta sopa es muy buena para el invierno, para las noches frías
en que parece que puede llegar un viajero o una peregrina a tu casa, y vas a aprender
de sus aventuras del camino y charlar sobre los misterios del sol decayendo.
Se sirve en un tazón de barro para
estar más cerca de la tierra y sus exigencias, para que te creas de verdad el
sentido de la palabra humanidad. Un par de consejos: no olvides soplar para no quemarte ni dar
gracias porque tienes algo que comer.
Esta receta está muy alejada de la
cocina fusión y de los nuevos y rocambolescos platos que han hecho de los
cocineros gente más famosa que los catedráticos de ética, por ejemplo.
Es preferible que te tomes tu sopa con
el televisor apagado y atendiendo a quien tienes al lado, y si estás sola…
escucha tus propios pensamientos, imagínate de qué color son los petirrojos o
escucha tu propia respiración que es tan bonita como el suceder infinito de las
olas.
Vienen tiempos en que es mejor que estemos
serenas y con los cinco sentidos despiertos, pero calmados; tiempos de un gran
control emocional para que no se destape el tarrito de la ira. Vienen tiempos
en que es mejor que cenemos bien y nos vayamos a la cama con la satisfacción de
haber hecho algo bello, como llamar a una amiga o dibujar un poco, o percibir el
vuelo de los pajarillos que se recogen en las tardes que ya se alargan. Pero no
nos confiemos, el invierno aún no ha pasado y pueden darnos una sorpresa las
temperaturas, entonces es bueno tener sopa e ilusiones, tener algo que decir
con la mejor intención, por supuesto.
Yo creo que nosotros, los humanos,
somos inferiores a los animales, que estamos en primero de saber hablar y que
aún no domeñamos ni nuestras entonaciones ni nuestros mensajes. Me parece a mí
que hace falta una gran revolución lingüística y que si aprendiéramos a cribar
nuestras palabras llevaríamos mucho adelantado. Así que mientras te tomas la
sopa deja a un lado los rencores, es un momento, sólo un momento, lo mismo te
sorprende y deseas estar así toda la vida. A lo mejor te conviertes en una revolucionaria
como Mafalda. No sé, no importa, lo que de verdad importa es que no es una sopa
de sobre aliñada con la prisa. Ves el humeante tazón, siente el calor entre tus
manos y decides que nada tiene capacidad de hacerte daño. Eso es vivir: Crear lazos tan fuertes que no pueda romperlo ningún partido político: "Somos fuertes y comemos. Pan y amor entre desconocidos", que diría la gran Clarice Lispector en su cuento El reparto de los panes de su libro Felicidad clandestina. ¡Ah! Y que no te importe que te llamen naïf.