sábado, 2 de marzo de 2019

La sopa





Yo hago la sopa de ajo con pan de un día pa otro. Echo en una cacerolita aceite y el diente de ajo que lo frío un poquito, le añado un tomate pelao y picao, y después mareo el pan. Añado el agua y la yerbabuena, cuando hierve la retiro del fuego y le pongo taquitos de jamón serrano, por último le añado cuatro huevos que se hacen con la calor que retiene el caldo, por supuesto la corrijo al final de sal. Esta sopa es muy buena para el invierno, para las noches frías en que parece que puede llegar un viajero o una peregrina a tu casa, y vas a aprender de sus aventuras del camino y charlar sobre los misterios del sol decayendo.

         Se sirve en un tazón de barro para estar más cerca de la tierra y sus exigencias, para que te creas de verdad el sentido de la palabra humanidad. Un par de consejos: no olvides soplar para no quemarte ni dar gracias porque tienes algo que comer.

         Esta receta está muy alejada de la cocina fusión y de los nuevos y rocambolescos platos que han hecho de los cocineros gente más famosa que los catedráticos de ética, por ejemplo.

         Es preferible que te tomes tu sopa con el televisor apagado y atendiendo a quien tienes al lado, y si estás sola… escucha tus propios pensamientos, imagínate de qué color son los petirrojos o escucha tu propia respiración que es tan bonita como el suceder infinito de las olas.

         Vienen tiempos en que es mejor que estemos serenas y con los cinco sentidos despiertos, pero calmados; tiempos de un gran control emocional para que no se destape el tarrito de la ira. Vienen tiempos en que es mejor que cenemos bien y nos vayamos a la cama con la satisfacción de haber hecho algo bello, como llamar a una amiga o dibujar un poco, o percibir el vuelo de los pajarillos que se recogen en las tardes que ya se alargan. Pero no nos confiemos, el invierno aún no ha pasado y pueden darnos una sorpresa las temperaturas, entonces es bueno tener sopa e ilusiones, tener algo que decir con la mejor intención, por supuesto.

         Yo creo que nosotros, los humanos, somos inferiores a los animales, que estamos en primero de saber hablar y que aún no domeñamos ni nuestras entonaciones ni nuestros mensajes. Me parece a mí que hace falta una gran revolución lingüística y que si aprendiéramos a cribar nuestras palabras llevaríamos mucho adelantado. Así que mientras te tomas la sopa deja a un lado los rencores, es un momento, sólo un momento, lo mismo te sorprende y deseas estar así toda la vida. A lo mejor te conviertes en una revolucionaria como Mafalda. No sé, no importa, lo que de verdad importa es que no es una sopa de sobre aliñada con la prisa. Ves el humeante tazón, siente el calor entre tus manos y decides que nada tiene capacidad de hacerte daño. Eso es vivir: Crear lazos tan fuertes que no pueda romperlo ningún partido político: "Somos fuertes y comemos. Pan y amor entre desconocidos", que diría la gran Clarice Lispector en su cuento El reparto de los panes de su libro Felicidad clandestina. ¡Ah! Y que no te importe que te llamen naïf.