sábado, 5 de marzo de 2022

Fenomenología

 


Ayer, igual que muchos ayeses,  me levanté temprano y miré por la ventana, desayuné y leí a Albert Camus, concretamente su obra  Calígula, descubrí nuevos matices literarios, este libro lo compré en Granada el 10 de Octubre de 1985, me costó 565 pesetas, yo tenía 22 años y estaba estudiando Filología Francesa. Sé todo esto porque llevo un diario esparcido por las primeras páginas de los libros que poseo. Hicimos un trabajo en equipo en que analizábamos el texto con una conciencia que buscaba la claridad y la ausencia de malentendidos. Me disfracé del emperador romano, imité sus gestos pintándose las uñas y hablé en Francaluz cuando expusimos nuestro trabajo en clase. Aprendí algo evidente: que los terroristas son gentes susceptibles, poco importa lo que hagamos o digamos si ellos consideran que deben molestarse, también descubrí que no tienen sentido del humor, que no se ríen de sí mismos. Albergué en mi corazón otras verdades subyacentes, entre ellas la importancia de tener un pie siempre en la realidad. Envuelta en estos recuerdos hice un puchero: le eché un hueso de canilla y dos muslos de pollo, un trozo de jamón y apio, nabos y patatas, zanahorias y costilla de cerdo, también un trozo de tocino. Garbanzos, col y puerros. Tendría sopa para toda la semana. Mientras esperaba a que se hiciera escribí algo.

 

            Salí a pasear y me asombró el olor a naranjas que despedían las calles, fui feliz y le di gracias a Dios por cada paso que daba. A veces creo en Dios. Caminar me parece un lujo que no está lo suficientemente valorado. Cruzó ante mis ojos un mirlo negro y varios hombres tertuliaban en las cafeterías de algo que, por lo visto, saben mejor que nosotras. Los jóvenes disfrutaban del recreo y las mujeres, en su mayoría, iban a la compra.

 

            Comí y di las gracias a Deméter por la comida, me dio por ahí. Descansé un poco, por la tarde tenía una cita y quería estar despejada. Me penalizaron en la biblioteca porque me pasé de plazo al entregar los libros que había sacado hace unas semanas. Fui a un acto, en la misma biblioteca, que organizaba la poeta María Pizarro. Leí un poema titulado La Viajera. El acto se titulaba XII Festival Grito de Mujer. Volví a casa pronto, no suelo trasnochar, cené y vi un poco la tele. Antes de las 11 estaba en la cama. Duermo muy bien, no tengo malos sueños. Antes de cerrar los ojos me vino una frase que, por pereza, no apunté. Era algo así como que, más que nunca, la paz se ha convertido en una opción individual. De pronto me vino el olor de las naranjas y di las gracias a los dioses y las diosas por poder descansar en una cama con sábanas limpias. También me vino la imagen de una amiga mía, muy diferente a mí, que me dijo, en una ocasión, que me iba a llevar a ver el mosaico de la Virgen de los Buenos Libros, en Sevilla. Todos los días hago casi lo mismo, y me gusta.