domingo, 9 de octubre de 2016

Detalles y complementos









Las buenas intenciones
inundadas de rojo
y de belleza.
El día
y sus tinieblas
se llevan esa voz.
Al fin caen los instintos
y se refleja lo no dicho.
Llegamos a otra época
donde el sentido se afana
por la precisión:
El hombre no sabe qué hacer
con la paz y sus letargos.
Las almas huelen el delirio de la tierra,
a invierno.
La comodidad no está hecha
para la edad del hombre,
para sus fructíferas cóleras.
Y pensamos: Ahí vienen los amantes
con su fulgor.
Estamos en el lado de la luna
aterciopelada por pequeños terrores
e irresponsabilidad.
Y mientras,
en peligro,
las amas de casa
tapan el fuego,
la necesidad de existir,
de llevar,
de ir.
Limaduras cálidas como las propiedades
autónomas
que piden el sacrificio
a la sombra,
abanicándose,
desconsoladas
porque no tienen todas las presencias
siempre.
Y entonces, desde lo más alto,
cae un mendrugo,
y el hombre, genérico, dicen, y asustado
no sabe qué hacer con la paz.