sábado, 11 de abril de 2020

La belleza




Recuerdo las siemprevivas en los caminos de Felix, en ese otro Oriente que es Almería. Recuerdo platos típicos de allí como el trigo, los gurullos o las migas, que en días de lluvia hace la Anita España, la floristera de Roquetas de Mar. Vienen hasta mí las conversaciones que he mantenido con Pepe Vizcaíno, el marido de Anita, sobre la diferencia entre el susto y la muerte, sobre la necesidad de hacer un teatrillo en verano, en la terraza. Todos juntos hemos sentido el deseo de embriagarnos, de bañarnos de noche, de bailar en la Playa de la Romanilla mientras la luna iluminaba la oscuridad.

         La familia Vizcaíno-España fue un regalo que me hizo mi mujer a la que siempre estaré agradecida. Porque mi mujer es así, regala sin alboroto como si la generosidad fuese el nombre de su respiración. Y me ha dado la posibilidad de conocer la justicia y las amistades, todo envuelto en una sonrisa inteligente. Y me ha regalado el desierto y el nombre de las flores.

         El Pepillo es el hijo mayor, tiene una sonrisa deliciosa y es muy trabajador, en su cabeza duermen itinerarios arquitectónicos y unas ganas, siempre libres, de edificar alegrías. El Paquillo se pintó en una ocasión el pelo de azul, hizo el camino de Santiago y nos apoyó sin fisuras cuando nos casamos Yolanda y yo, es un rebelde. Ana es la hija pequeña, inteligente y tímida, me regala unas gafas de sol todos los años, tiene un profundo sentido del humor.

         Todos saben que yo trabajo elaborando belleza y que no me gustan dejar los andamios a la vista, que acercarse a la dulzura en el decir es mi día a día, que ser escritora es mi tarea, que todos los días escribo y que les doy las gracias cuando me acogen en su casa llena de risas, vacía de preocupaciones delante de los niños. Son mis mecenas.

         Las artistas, particularmente, estamos conquistando nuestro tiempo para dedicarlo al arte. No nacen las frases de la nada, no se escribe un libro linealmente. Recuerdo una conversación que tuve con Anita España en que le conté que me gustaría tener un mecanismo que midiera las horas que le dedico a la ocurrencia de tener una cosmovisión literaria propia para después compartirla.

         Quiero alejarme de cantos proféticos, de la voz excesivamente elevada, de un ego hinchado y herido de narcisismo, de la corrupción de los pequeños arreglos y de las visiones deslumbrantes. Quiero ser agradecida con los que me han ofrecido las llaves de su casa, alegre cada vez que encuentro una metáfora no dañada, y elaborar una página sencilla y clara como el agua transparente y mía, porque yo tengo derecho a crear belleza, mi belleza, que quiere ser recibida con el respeto de quien reconoce las energías que se lleva este quehacer.

         Hay que trabajar con calma y la calma ha sido un bien recibido de la familia Vizcaíno-España. La calma para inventar juegos donde no existan la competencia, juegos en la orilla de la honestidad. Así nos entenderemos de una vez por todas.



Salvadora Drôme acompañada de la Familia Vizcaíno-España. Una antigua foto de los 90. Pronto estaremos jugando a  las cartas o al dominó.