Quizás
los dos momentos más hermosos de la Semana Santa son el domingo de ramos y el
domingo de resurrección, es cuando la esperanza se enriquece con la idea de una
utopía que parece posible: que el amor reine en el mundo. Puede enturbiarse el propósito
con poderes y ambiciones, pero no me digan que no es una genialidad que se deje
atrás la ley del ojo por ojo.
La figura de Jesucristo se mostraba
campestre en mi adolescencia. Yo, que soy hija de la escuela pública, aprendí
en mis primeros años a rezar el rosario, y es que hasta que llegó la democracia
las niñas cosíamos y orábamos como pequeñas siervas. Después vendría el Cristo
de la liberación, el comprometido. Y se irían, poco a poco, esos altarcitos del
mes de mayo que olían a margaritas.
Los seres humanos necesitamos de
figuración para tocar con las manos la realidad y esta primavera, si el tiempo
no lo impide, veremos las calles llenarse de tronos y pasos. A mí no me molestan,
y tengo que confesar, además, que me emborracha el olor a incienso, la visión
de la luna y esa música y esa danza que viven nuestros santos.
Suelo leer las obras del sacerdote Pablo
d´Ors, su Biografía del silencio, me ha aportado mucho bien, es el libro
que más he regalado y el que más he leído. Considero que soy una persona
espiritual que ando mientras medito, por eso me verán ustedes tan despistada
por la ciudad. Y me duele cuando, por razones espurias, nos enzarzamos en
peleillas y en peleazas. Creo que, como Francia, debemos ser un estado laico
con todas sus consecuencias y como simplemente humanos debemos respetarnos los
unos a los otros. Esto son obviedades, pero, de pronto, los seres humanos
necesitamos las obviedades para caminar: No matar es una de ellas, quizás la más
importante. Figúrense que creía cuando pequeña que cuando yo fuera mayor de
edad no iba a haber guerras. Ingenuidad, y que no había internet en Campanillas
(Málaga), sólo había un kiosko donde llegaban la noticias a cuenta gotas y el
mundo era más grande que ahora.
Ahora estamos cercadas por las
abrumadoras noticias, tenemos información de todos lados y nos llegan los
terribles datos de desgracias inmensas. Tal vez la primera de ellas es no
escucharnos, y así los líderes de este siglo viven envueltos en presunciones y
grandezas aprovechándose de que nosotros vivimos embotados de trabajos mal
pagados, que no nos permiten dedicarnos a la contemplación de la belleza. Tal vez
por eso, en estos días, se pasea la belleza por las calles envuelta en algo tan
moderno como el “relato” de alguien que quiso ser humilde.