Hasta
que no se comprenda que el Feminismo ha sido y es, sobre todo, una corriente
filosófica, una reflexión que dignifica a la mitad de la población, un
desvelarse por los matices y una acogedora idea de igualdad, tendremos que
aguantar los envites de los ignorantes que confunden “inocentemente” violencia
de género y violencia intrafamiliar porque desprecian el mayor proceso
intelectual protagonizado por las mujeres, y eso, para ellos, es insoportable.
Así que en estos días de lluvia de
barro vemos como se llenan de lodo las palabras frescas y sin corsés y nos
preguntamos, como se preguntaría un personaje de Jane Bowles en su cuento Idilio
en Guatemala: “¿Vais a dejar de reíros alguna vez para empezar a tratar
conmigo?” Así que nos encontramos de continuo con la denigración absoluta de un
trabajo cuidadoso, de un acto de reflexión que conlleva la liberación de media
humanidad.
Una amiga mía decía que prefería a
tres Corleones de frente antes que a un bien intencionado que todo lo lía, sin
querer; ese que pone voz infantil y,
perdonen ustedes, te la mete floja. Y es que el infantilismo está de moda, ya
lo decía Aldous Huxley en su libro Más allá del Golfo de México, libro
de viajes en que narra sus observaciones sobre el Caribe, Guatemala y el sur de
México, libro en que señala la inmadurez de los viajeros de los cruceros, cruceros por los mares superficiales
a los que estamos abocados los habitantes del mundo futuro, y para él, el
futuro se llamaba 1980, conque imagínense ahora que estamos en el 2022, nos
trataría de párvulos que no han leído, en este mismo libro, sus reflexiones
sobre la guerra, cualquier guerra.
En fin, que estamos presenciando la
insultante estupidez y la magnífica estrategia de los que quieren hacer
desaparecer la política de lo posible y apuestan por decir lo primero que se les viene por la cabeza. Ante eso no hay defensa posible, no al menos, como estábamos
acostumbradas. Esta derecha de barullo y desorden no quiere respetar las reglas
de cualquier conversación educada, simplemente acecha y despide por su boca la
ocurrencia más fácil y más dañina. Habrá que
inventar nuevos conductos de apoyo y solidaridad, no caer en sus trampas
y ser eficientes como si formáramos parte de una divertida sociedad secreta porque, está
visto, que el diálogo de frente no los para y no conocen la humildad
intelectual. Bueno, mejor decir, la humildad a secas.
Eso, que andamos sin posibilidad de raciocinio,
con abundancia de ego y escapismo constante, así podemos definir a nuestro oponente.
Por tanto debemos acercarnos al dulce cobijo que cantaba Maxime
Le Forestier: “Ici, quand tout nous abandonne/ on se fabrique une famille.” Debemos
crear hilos invisibles de sororidad por encima de los ya conocidos, más fuertes y más elásticos, algo así
como un idioma no perverso e inteligente, debemos ser nadadoras que no caen en las redes
de los que quieren polémicas y autobombo, los que nos quieren embrollar con su
lenguaje victimista. Debemos, más que nunca, alejarnos de los que quieren
confundir la lluvia con el barro y tener confianza en nosotras mismas y gastar
cuidadito con los cínicos. Debemos ser más que hermanas. Deberíamos ser, como dice Rosalía, unas Motomamis.