Lástima
de aquellos que sólo saben provocar incendios, jugar con cerillas y reírse de
las mujeres. Sean estos señoritos de pañuelo en la chaqueta y que se dicen
periodistas, y que se ríen de las desgracias ajenas, o cultivados pijos y
pedantes columnistas que no pueden ir al teatro porque les molesta tanto tanto
la presencia femenina.
Lástima digo por no decir otra cosa, y
es que creo que los culpables no son sólo ellos sino los periódicos que los
avalan, que avalan lo antiguo, lo soez y maleducado. Y es que se empieza con
esas pequeñas fogatas que incendian las redes y no se sabe dónde acabaremos,
atención por tanto ante tanto delirio machistilla que no encuentra el bien
porque lo desprecia y que por hacer un chiste son capaces de matar a un amigo.
Lástima me dan esos narcisistas que no tienen un director que les cante las
cuarenta o que los guíe y les enseñe que no están bien las trabucadas y las
blasfemias contra la democracia y sus derechos que, asustados, nos dimos todos. Lástima de esos egotistas que sólo ven como sagrado su pequeña parcelita donde les ríen las
gracias y pueden ejercer de snobs.
Y es que nosotras "debemos aprender a
leer, aprender a escribir, aprender a contar" como dice el personaje que
representa Nuria Espert en Incendios,
la mejor obra teatral a la que he asistido en mi vida, la gran tragedia de
estos años, tragedia de verdad, que narra el horror de las guerras que inventan
los hombres, y sufren las mujeres, y los niños, y los hombres buenos.
Sí, aprender a contar es uno de
nuestros fundamentos porque si no nos vamos a encontrar con que las calles
llevarán los nombres no de la gente llana y que ha hecho algo por todos, sino
de los menos malos que hemos encumbrado porque aún estamos con eso que se llama
síndrome de Estocolmo postfranquista.
Hemos de aprender a contar y decir no a
cualquier repartidor de terror, a quienes se aprovechan de las arquitecturas de
la indefensión y salen, chulos y engreídos, a meter fajina y desestabilizar las
luces del respeto. ¡Ay! ¡Cuánto descabezado que no aprecia los dones de la
palabra, el silencio sin sobresalto de la paz! Y para eso, nosotras debemos "aprender a leer, aprender a escribir, aprender a contar" como dice Wajdi Mouawad
en su excelente obra Incendios.
Mala gente la que prende fuego y tiene
alma de pirómano. Malas personas que quieren quemar lo que les estorba, y es que en el fondo son unos envidiosos y arrogantes, señores que nunca podrán escribir sin herir, escritores que no conocen la palabra concordia.