El
día 20 de octubre de 2022 viví una esperanzada escucha: asistí al concierto
por el aniversario de la Orquesta de Córdoba que cumplía 30 años, nació en el excitante
año 1992 cuando el país era todo optimismo. Para conmemorar dicho cumpleaños se
organizó un programa idéntico al que aconteció en su nacimiento: Aaron Copland,
Beethoven, Joaquín Rodrigo, Roberto Gerhard y Bejamin Britten.
Comenzaron con la Fanfarria
para un hombre común y terminamos con la Guía de Orquesta para jóvenes.
Los colaboradores especiales fueron el joven pianista Emin Kiourkchian y la
actriz-narradora Eva Ugarte. Me gusta la palabra “fanfarria”, también me gusta
la palabra “zarabanda”. Y lamento no tener una buena educación musical para
poder trasmitirles a ustedes el gozo que provocó en mí la serenidad de ese
concierto que era, a la vez, un viaje en el tiempo.
María Zambrano en su hermoso libro Persona
y democracia compara la política con el arte sinfónico, ¡qué mujer más
llena de razones poéticas era la filósofa malagueña! Hay que releerla. Recuerdo
cuando saqué de la antigua biblioteca provincial su libro Filosofía y poesía y lo
leí por las calles de la Judería entonces solitarias. ¡Qué bienestar me procuraba
como esta música alejada de la locura de las discusiones y las guerras y, por
qué no decirlo, del profundo ego de la gente que no se extasía con la bondad y
la escucha!
Apoyada en mi paraguas, mi cuerpo
quería danzar, y comprendía mejor las palabras de otra escritora
que admiro, Isabel Franc, que le gusta tanto la música sinfónica y el buen
humor. Y es que a la alegría de la música vino a sumarse la alegría de la
lluvia que nos esperaba como una amiga a las puertas del Gran Teatro. Entonces
comprendí que debía tomarme unas vacaciones invernales y acabar la novela en la
que llevo tiempo trabajando. Pues sí, voy a descansar un poco de estas crónicas
y, como los buenos intérpretes de piano, atenderé los preludios de Bach y las
composiciones de Hidegarda de Bingen mientras esté jugueteando con mi pluma e
intentando escribir la hermosura de los hechos hermosos y generosos, lejos del
ego del que les hablaba antes. Nos vemos en los bares y en estas calles de la
ciudad que tiene el don de la música y de la amistad. Desde siempre me he
sentido bien acogida aquí y aquí seguiré envuelta en mi capa de literatura. Abrazos. ¡Ah, y prometo crear una sencilla y perdurable Sinfonía!