domingo, 2 de octubre de 2016

Pudor



¡Uf!

         Creo que no debemos engañarnos. No. Otra vez no, como cuando nos engatusaban con la idea de prosperar y las ambiciones sólo generaban nuevas ambiciones. No, que nadie se equivoque, esto no provocará una catarsis, simplemente porque no se ha cosechado en los campos de la verdad de las tragedias sino en las eras de la picaresca.

         Y nos llevan y nos traen, y nos llevan y nos traen por las trochas difíciles del caos y la mala educación. Llevan años de espaldas a la realidad porque nunca han querido escuchar nada fuera de su prepotencia; sí, esa palabra se hizo célebre para referirse a ellos que buscaban lo universal y complacer a la mayoría mientras bajábamos el listón de todo: de las artes y de las casas de comida, de la política y de las estadísticas que podían medir sinceramente cuáles son los padeceres de la ciudadanía.

         El lenguaje de lo belicoso se está usando con profusión y se habla de puñaladas traperas, de guerra entre hermanos, de golpe de estado. Se consideran demasiado grandes para utilizar palabras humildes. Y desde aquí leo La Grecia antigua contra la violencia de Jacqueline de Romilly donde describe cómo los hombres “desgarrados por las discrepancias” recibieron de Zeus algo que constituyó su “salvación y su fuerza”, es decir: el pudor y la justicia. Pues bien, estos socialdemócratas han perdido el anhelo por estos instrumentos y han ganado la incapacidad absoluta de hacer cualquier autocrítica. Así, que no nos extrañe que salgan de su sede abrazados y heridos, resacosos y con la mirada perdida, cobijados en la capa del cinismo y el humor soez, una capa heredada  de un abuelo cascarrabias que no se cansa de chinchar ni de mirarnos por encima del hombro, un humor que no provoca risa.  Pero ya no, ya nada será lo mismo, todos sabemos que la confianza es una flor que requiere tiempo para madurar. Y la suavidad de la sintaxis, para que se reponga, requiere menos celeridad, mucha menos celeridad.