Había
muchas cosas que hacer el pasado martes nueve de abril, por la tarde: Iam Gibson daba una
conferencia en el congreso sobre exilio y republicanismo que tenía lugar en la
Diputación; Alejandra Vanessa moderaba un diálogo sobre poesía y naturaleza
entre María Sánchez, Alejandro López Andrada y Rafael Bonilla en la Facultad de
Filosofía y Letras. Por otra parte podía ir a Cerro Muriano a recoger a mi amiga la escritora Ana Ramos. Llevaba días planeando ese recibimiento, contaba con la complicidad de Javi Keitel.
Ana Ramos ha trascendido las voces de las poetas rebeldes o la entrega de las místicas. Ana Ramos se ha echado a andar y ya son suyos todos
los caminos del relato y la poesía. También son suyos los caminos ciertos de
la Tierra que ella está dispuesta a recorrer alabando las ramas de los árboles,
la tela de araña inesperada o la mirada de las vacas color ocre.
Partía mi querida colega de
Hornachuelos, iba hasta Posadas, de allí a Almodóvar del Río y de Almodóvar a
Trasierra y de Trasierra a la codiciada meta: Cerro Muriano. Yo no podía
perderme ese acontecimiento, la historia de esa andadura entre los campos iluminados
por la lluvia, con los verdes más intensos, con todo el cielo cubriéndole la
cabeza. Tenía que ir a recibirla.
La escritura de Ana Ramos ha dejado de
ser cuarteada y ahora se mueve dentro de una completitud valerosa, con
el pulso firme del convencimiento y la dicción exacta de lo experimentado. Su narrativa se realiza como la misma valentía que su aventura, y el andar a solas le ha
conferido seguridad en su cosmovisión. Yo, por mi parte,
estoy contenta de ser su amiga y de haber estado en la línea de meta
esperándola.
Si fuera varón y escritor se le pondría
fama a su odisea y hasta nombre al inmenso paseo que ha dado por las cercanías
de Córdoba, estaríamos hablando del bloomsday de James Joyce o del Paseo de
Méséglise de Proust. Pues seamos atrevidas y concedamos a esta aventura la importancia que merece: la naturaleza requiere también nuestros nombres.
Por eso escribo este artículo de hoy:
para darle importancia a Ana Ramos que tiene un libro andariego en su mochila,
un libro singularísimo y despierto como despierta está su consciencia, sin
temerle a nada porque la naturaleza siempre purifica los acontecimientos de la
historia.
Propongo pues que ese trayecto a pie de
Hornachuelos a Cerro Muriano, por los senderos de Sierra Morena, se llame Paseo Escritora Ana Ramos, al menos entre
nosotras, porque, ya se sabe, los reconocimientos son lentos y nosotras hemos
decidido disfrutar al máximo. Por eso un jueves de cada mes estamos en la
cafetería La viajera, en la Plaza Vizconde de Miranda, leyendo nuestros versos, narrando nuestras hazañas, riéndonos de nosotras mismas. Felicidades, amiga exploradora.
Salvadora Drôme con Ana Ramos |
Ana Ramos, Javi Keitel, Salvadora Drôme |