sábado, 13 de abril de 2019

Ana Ramos




Había muchas cosas que hacer el pasado martes nueve de abril, por la tarde: Iam Gibson daba una conferencia en el congreso sobre exilio y republicanismo que tenía lugar en la Diputación; Alejandra Vanessa moderaba un diálogo sobre poesía y naturaleza entre María Sánchez, Alejandro López Andrada y Rafael Bonilla en la Facultad de Filosofía y Letras. Por otra parte podía ir a Cerro Muriano a recoger a mi amiga la escritora Ana Ramos. Llevaba días planeando ese recibimiento, contaba con la complicidad de Javi Keitel.

         Ana Ramos ha trascendido las voces de las poetas rebeldes o la entrega de las místicas. Ana Ramos se ha echado a andar y ya son suyos todos los caminos del relato y la poesía. También son suyos los caminos ciertos de la Tierra que ella está dispuesta a recorrer alabando las ramas de los árboles, la tela de araña inesperada o la mirada de las vacas color ocre.

         Partía mi querida colega de Hornachuelos, iba hasta Posadas, de allí a Almodóvar del Río y de Almodóvar a Trasierra y de Trasierra a la codiciada meta: Cerro Muriano. Yo no podía perderme ese acontecimiento, la historia de esa andadura entre los campos iluminados por la lluvia, con los verdes más intensos, con todo el cielo cubriéndole la cabeza. Tenía que ir a recibirla.

         La escritura de Ana Ramos ha dejado de ser cuarteada y ahora se mueve dentro de una completitud valerosa, con el pulso firme del convencimiento y la dicción exacta de lo experimentado. Su narrativa se realiza como la misma valentía que su aventura, y el andar a solas le ha conferido seguridad en su cosmovisión. Yo, por mi parte, estoy contenta de ser su amiga y de haber estado en la línea de meta esperándola.

         Si fuera varón y escritor se le pondría fama a su odisea y hasta nombre al inmenso paseo que ha dado por las cercanías de Córdoba, estaríamos hablando del bloomsday de James Joyce o del Paseo de Méséglise de Proust. Pues seamos atrevidas y concedamos a esta aventura la importancia que merece: la naturaleza requiere también nuestros nombres.

         Por eso escribo este artículo de hoy: para darle importancia a Ana Ramos que tiene un libro andariego en su mochila, un libro singularísimo y despierto como despierta está su consciencia, sin temerle a nada porque la naturaleza siempre purifica los acontecimientos de la historia.

         Propongo pues que ese trayecto a pie de Hornachuelos a Cerro Muriano, por los senderos de Sierra Morena, se llame Paseo Escritora Ana Ramos, al menos entre nosotras, porque, ya se sabe, los reconocimientos son lentos y nosotras hemos decidido disfrutar al máximo. Por eso un jueves de cada mes estamos en la cafetería La viajera, en la Plaza Vizconde de Miranda, leyendo nuestros versos, narrando nuestras hazañas, riéndonos de nosotras mismas. Felicidades, amiga exploradora.


Salvadora Drôme con  Ana Ramos


Ana Ramos, Javi Keitel, Salvadora Drôme