sábado, 14 de mayo de 2022

Los Viajeros Pudorosos


 

                                                           Para Elsa García y Javier Morales, compañeros de viajes.

 

Los viajeros pudorosos suelen llevar sombreros

con hermosas plumas verdes y pañuelos añiles para secarse la frente.

Ellas portan pesadas cámaras fotográficas, trípodes y medidores

de la luz vespertina.

Ellas y ellos bajan a la piscina en albornoz

y les gusta escuchar a saxofonistas

mientras nadan entre azulejos y brillos, reflejos y delfines

pintados en el fondo.

Al medio día toman un Dry Martini y compran guías turísticas

que nunca leen.

Las viajeras pudorosas escriben postales diciendo que son felices

y regalan delicias turcas de confiterías exquisitas,

también toman helados de pistacho o de fresa.

Los viajeros pudorosos nunca traspasan sus fronteras

y sólo tienen sed de bosques y

de chorro de agua y caballos blancos

que se llaman y no responden, porque son salvajes

como los poemas de las mujeres

que viven en las calles no asfaltadas.

Estos viajeros se hacen retratar junto al silencio del valle

o descansan mientras contemplan el pantano de Iznájar

o juegan al póker o van al cine de verano

o, simplemente, echan la siesta en la hamaca

sin ganas de llevarle la contraria a nadie.

Están siempre pendientes del vuelo de las aves,

de la altura de las torres, del acento de los decires,

del olor a anís que abruma en las noches serenas.

Los viajeros pudorosos y, también, las viajeras

sólo viajan por el placer del regreso:

el placer de contar el viaje a su manera.


En esta antología, publicada por la Diputación de Córdoba y dirigida por Jacob Lorenzo, colaboro con dos poemas. Este de arriba es uno de ellos.