Sin
darnos cuenta vamos camino de la farmacia para remediar un dolor que no tiene
cura, que arrastraremos quizás hasta el fin de nuestros días y que dejaremos en
herencia a nuestras hijas. Se trata de la flor del machismo, de los cuentos no
narrados de la guerra que se enquistan en nuestro ser sin que nadie los haya
invitado a ese paisaje. Los españoles camino de la farmacia, camino de la consulta
del doctor uniformado con su bata blanca y que tiene el poder de la receta. Es
lo que se llama la sociedad medicada, adormecida, diagnosticada confusamente y
sin llegar nunca a las raíces del padecimiento: la geografía radical del dolor.
Quizás se nos ha olvidado, en esta leve
memoria histórica que tenemos, el sufrir callado y la humillación gestual y
verbal de los vencidos, eso sería hilar demasiado fino en una sociedad que ha
apostado por el vacío, por el hueco. Duele que tu marido sea uno de los
desaparecidos, que los hijos crezcan huérfanos, que no haya sitio para tu
relato en un mundo que no cesa de caer en la trampa del silencio, de la voz dormida que diría Dulce Chacón.
Pienso ahora en los niños de Siria, en
el crucigrama doloroso que llevan ya encima de su cuerpo, tatuaje que heredarán
sus hijos y los hijos de sus hijos. El tatuaje de la ansiedad constante. Ansiedad es el título de la obra de
Scott Stossel donde analiza las veredas del nerviosismo que se reitera. El tatuaje
de la vulnerabilidad del que habla tan didácticamente José Antonio Marina en Anatomía del miedo. Un tratado sobre la valentía.
Niños y niñas que ya no cesarán de ser víctimas.
Camino para curarme en salud, voy a la
tienda La tejedora, allí busco el
reciente libro coordinado por Vicky López Ruiz y Javier Padilla Bernáldez, se
titula Salubrismo o barbarie. Un mapa
entre la salud y sus determinantes sociales. Habla de género y salud, de
relaciones de poder y salud pública, de las clases sociales en la salud, de
inmigración y minorías étnicas y también hay un capítulo sobre los invisibles
trabajos domésticos; este capítulo está firmado por Carmen López Román y Vicky López
Ruiz, y me alegro de leer, de re-escuchar las voces de las autoras. Y considero
que este es un libro necesario, de hermosas páginas color crema, alejado de los
fríos informes y cerca de lo humano. Leo con placer doble al ser consciente de
que leo voces cercanas a mi corazón y a mi mente. Y pienso que los lectores,
tal vez, sientan mejoría al leer una propuesta tan atractiva. Y pienso que, tal
vez, las lectoras sientan mejoría al hablar de ello. Nunca olvidaré la cara de
Carmela cuando me dijo que estaba colaborando con este libro, tomábamos un güisqui on
the rocks, pasaban las gentes a nuestro lado aparentemente satisfecha, el
atardecer se llevaba para sí el color de los jardines y nosotras, arrancamos para
nosotras mismas, los pétalos de la confidencia.