domingo, 9 de abril de 2017

La salud




Sin darnos cuenta vamos camino de la farmacia para remediar un dolor que no tiene cura, que arrastraremos quizás hasta el fin de nuestros días y que dejaremos en herencia a nuestras hijas. Se trata de la flor del machismo, de los cuentos no narrados de la guerra que se enquistan en nuestro ser sin que nadie los haya invitado a ese paisaje. Los españoles camino de la farmacia, camino de la consulta del doctor uniformado con su bata blanca y que tiene el poder de la receta. Es lo que se llama la sociedad medicada, adormecida, diagnosticada confusamente y sin llegar nunca a las raíces del padecimiento: la geografía radical del dolor.

         Quizás se nos ha olvidado, en esta leve memoria histórica que tenemos, el sufrir callado y la humillación gestual y verbal de los vencidos, eso sería hilar demasiado fino en una sociedad que ha apostado por el vacío, por el hueco. Duele que tu marido sea uno de los desaparecidos, que los hijos crezcan huérfanos, que no haya sitio para tu relato en un mundo que no cesa de caer en la trampa del silencio, de la voz dormida que diría Dulce Chacón.

         Pienso ahora en los niños de Siria, en el crucigrama doloroso que llevan ya encima de su cuerpo, tatuaje que heredarán sus hijos y los hijos de sus hijos. El tatuaje de la ansiedad constante. Ansiedad es el título de la obra de Scott Stossel donde analiza las veredas del nerviosismo que se reitera. El tatuaje de la vulnerabilidad del que habla tan didácticamente José Antonio Marina en Anatomía del miedo. Un tratado sobre la valentía. Niños y niñas que ya no cesarán de ser víctimas.

         Camino para curarme en salud, voy a la tienda La tejedora, allí busco el reciente libro coordinado por Vicky López Ruiz y Javier Padilla Bernáldez, se titula Salubrismo o barbarie. Un mapa entre la salud y sus determinantes sociales. Habla de género y salud, de relaciones de poder y salud pública, de las clases sociales en la salud, de inmigración y minorías étnicas y también hay un capítulo sobre los invisibles trabajos domésticos; este capítulo está firmado por Carmen López Román y Vicky López Ruiz, y me alegro de leer, de re-escuchar las voces de las autoras. Y considero que este es un libro necesario, de hermosas páginas color crema, alejado de los fríos informes y cerca de lo humano. Leo con placer doble al ser consciente de que leo voces cercanas a mi corazón y a mi mente. Y pienso que los lectores, tal vez, sientan mejoría al leer una propuesta tan atractiva. Y pienso que, tal vez, las lectoras sientan mejoría al hablar de ello. Nunca olvidaré la cara de Carmela cuando me dijo que estaba colaborando con este libro, tomábamos un güisqui on the rocks, pasaban las gentes a nuestro lado aparentemente satisfecha, el atardecer se llevaba para sí el color de los jardines y nosotras, arrancamos para nosotras mismas, los pétalos de la confidencia.