sábado, 18 de enero de 2020

Triángulo




Dice la Ley de Godwin que cuanto más se alarga una conversación por internet más probabilidades hay de que se termine hablando de Hitler y del nazismo. Esta semana no ha hecho falta que la charla se diera en la  etérea nube ni que fuera un diálogo amplio; de cabeza ha habido gentes que critican el pin del triángulo rojo confundiendo y relativizando los símbolos sin diferenciar lo bueno de lo malo; que en esta ocasión es claro y contundente.

         El triángulo rojo se utilizó para señalar a los presos políticos en los campos de concentración, en él hay una verdad tangible alejadísima de la maldad y del fascismo. No estaría de más que nuestros opinantes leyeran el Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo de Rosa Sala Rose para distinguir el bien y sus consecuencias del mal y sus imposiciones.

         A todas luces Pablo Iglesias y Alberto Garzón lo utilizaron como acompañamiento y homenaje, sencillo reconocimiento de los que son perseguidos por sus ideas. Y hay que señalar que la escasa cultura, ya no política sino general, hace que inconscientemente se ponga en la misma balanza la noche y el día.

         Es de una ligereza preocupante que se haya introducido en España la ignorancia como término de la ecuación que analiza los actos políticos, y que hayamos dado cobijo a las noticias falsas y a la frivolidad, y que se presenten como respetables opiniones arbitristas ante hechos constatables científicamente.

         Pero, en fin, sólo nos queda la mesura en la voz, el silencio educado y la unión entre los pacíficos para que no avance este relativismo del todo vale y me da igual la historia y sus surcos.

         Porque se trata de un error histórico no conocer la historia y olvidar, por ejemplo, que Los protocolos de los sabios de Sion fueron una ficción elaborada para alimentar el odio.  Así que desde aquí aconsejo leer a Hannah Arendt, concretamente, Los orígenes del totalitarismo, para no caer en errores de cultura general y darle el mismo valor a un triángulo que a una esvástica. Y que al final, así sin darnos cuenta, quieran meternos a todos en el mismo saco y no se aprecie el color variado de la libertad respetuosa.