Son
bellísimas,
han
entrado en la mediana edad.
Sueñan
con el sol
inclinado
en la avenida de los tilos
y
con la calle de las acacias.
Sueñan
con el olor del café
cuando
la tarde nos vence
y
están la una con la otra,
sin
más.
No
pretenden nada,
con
placidez sueñan con las hojas que caen
y
con los rayos que iluminan las ramas.
La
vida tiene sus inconvenientes,
pero
siempre queda la paz del sueño
que
imagina el descanso.
Y
allá, en el cielo,
los
pájaros vuelan con alegría
y
aquí, en la tierra,
corre
el agua de las fuentes.
Son
armónicas en sus gestos,
iguales
en sus deseos.
Tienen
el mismo sueño.