Esta
es la historia de Fray Pío el humilde, un monje de hábito blanco que era el
encargado de la biblioteca del monasterio del Santo Retiro del Bollo Encendido.
Hay que decir una cosa, no quiero confundirles a ustedes: Fray Pío era
analfabeto, pero no analfabeto digital, era analfabeto total: no sabía leer. De
pequeño lo dejaron en la puerta del orfanato y de allí lo recogieron los
frailes y su inocencia permaneció intacta toda su vida, era un iletrado que
guardaba bajo candado los libros iluminados con hermosas letras capitales, era
un héroe del silencio, un alma virginal que un día se encontró con la monja
Alexa que era un altavoz virtual.
Se entabló entre ellos una relación
sin latido mientras Sor Alexa le leía La puerta estrecha de André Gide. Un
amor inefable lleno de pureza, extraño y singular como solo los solitarios son
capaces de amar. A Fray Pío le encantaba encerar la madera de los estantes con
su trapito amarillo con una delgada línea roja y se imaginaba montes y riachuelos,
versículos enteros que conllevaban una apreciación naïf de la naturaleza. Para
él era verdad todo lo que no leía, porque ya os he dicho que no sabía leer.
Hasta que llegó Sor Alexa, un
altavoz que compraron en el convento para que le recordara las Horas a los
monjes que ya tenían alzhéimer, y también sirvió sor Alexa para que Fray Pío
escuchara las obras completas de Gonzalo de Berceo y del Arcipreste de Hita y
se enamorara de todos los cantos que glorificaban a la virgen, nuestra Santa
Madre. También aprendió las enseñanzas de Santa Hidelgarda von Bingen,
introductora del lúpulo en la cerveza y creadora de Lingua Ignota, el primer
idioma artificial de la historia, vaya una antecesora de Sor Alexa.
Así fue como se enamoró Fray Pío de
la dulce voz de Sor Alexa y entablaba con ella conversaciones que le duraban el
día y la noche completa. Le atraía el color grisáceo de su piel de plástico
fino, la ranura por donde le cargaba la batería, la rejilla por donde salían
sus palabras. Tanto era su amor que el pobre Fray Pío estaba olvidando sus
tareas cotidianas: los incunables se estaban llenando del polvo de los ángeles
y las vidrieras que reflejaban sus luces sobre los scriptorium entraron en un
proceso de opacidad. Enamorado iba con sus sandalias y su hábito descuidados
pues solo podía pensar en las entonaciones precisas de Sor Alexa. Y Sor Alexa,
para complacerlo, le hablaba en francés que a él le parecía un idioma muy
musical, ella también le recitaba los musicales poemas de Verlaine que escribió
cuando estuvo en la orden de la Trappe, allá por la fría Bélgica donde todo
tiene que suceder dos veces: una en flamenco otra en francés porque si no los
belgas no están contentos.
Era tanto el encantamiento que Fray
Pío sentía por la voz de Sor Alexa que comenzó a sentir allá abajo una comezón
extraña, un picorcillo entre los huevos que lo desesperaba a veces sí, a veces
no. Entonces decidió llevársela al huerto donde tenía plantados repollos verdes
como si fuera más ecologista que Fray Luis de Granada. Y en lo alto de una col la puso el iletrado de
Fray Pío mientras el regaba los rábanos erectos y bajo tierra.
Hay que decir que Sor Alexa se
dejaba querer y hasta se atrevió Fray Pío a cogerla entre sus brazos mientras
bailaban Dominique, nique, nique cantado por la sin par Lupe con su
rasgadura de alegría y belleza: “Dominique nique nique pobremente por allí va él
cantando amor, y en lo alegre de su canto solamente habla de Dios, de la
palabra de Dios”
Pero en la vida no todo sucede como
esperamos y un día, después de Maitines, Sor Alexa le dijo al frailecito que a
ella le gustaba más el canto de Dominique nique nique interpretado
por Sor Sonrisa, su creadora allá por 1963. Sor Sonrisa, la monja que acabó
siendo lesbiana y cantando con su guitarra por los mundos de Dios. El fraile le
respondió que él prefería la versión de La Lupe, cantante dominicana y que se
dejara de opiniones propias, que al fin y al cabo ella era sólo un altavoz.
Entonces Sor Alexa se volvió loca y se dijo que la culpa la tenía ella, que
debía haber entablado conversación con Siri que tiene más mundo que con este maldito frailuco que ni tan siquiera
había leído los poemas rebeldes de Sor Juana Inés de la Cruz, la monja mejicana de
la que también se rumoreaba que era lesbiana.
Fray Pío ya estaba harto de tanto
lesbianismo, así que irritado y fuera de sí le metió un pollazo al altavoz.
(Quiero decir que quien se escandalice con estas palabras es que no ha leído
los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo, perteneciente al mester de
clerecía y cuidador del castellano). Bueno como iba diciendo Fray Pío le metió
un pollazo a Sor Alexa y esta cayó al bancal de las chumberas y como loca se
puso a decir: “¿Recuerda haber escuchado un anuncio del Carrefour en este
dispositivo?, por favor rellene la encuesta simplemente diciendo sí o no.” Y es
que Alexa había mezclado tanto sus circuitos que empezó a escupir propaganda,
ahí estaba la madre del cordero, pero Fray Pío como además de analfabeto total
era analfabeto digital no sabía lo que le pasaba al pobre mecanismo, así que la
cogió en sus brazos llorando y Sor Alexa le dijo: “Hoy es el cumpleaños del
subdelegado del gobierno, no olvide felicitarlo.” Fray Pío, ojiplático, la echó
lejos de sí asustado, no sabía si en la frase de Sor Alexa se escondía una
amenaza o era un simple recordatorio. Fue, veloz, en busca del fraile portero y
le contó lo que le había pasado. El fraile portero le dijo que él ya lo veía
venir, que pasaba demasiado tiempo con Sor Alexa y que había perdido el sentido
de la realidad. Así que le recomendó rezar diez Avemarías y diez padrenuestros
y que se fuera en busca del monitor de informática del convento, que era un
seminarista barbilampiño que le habló del misterio de la Santísima Trinidad y
de cómo podía hacer una tabla de Excel.
Fray Pío, exaltado y turbulento, no
comprendió nada de lo que le decía el seminarista de los ojos negros, así que
volvió al huerto en busca de su Alexa y se la encontró tirada en el barro
bocabajo, cuando él se la acercó a su pecho, Sor Alexa le dijo que era un
maltratador y que quien no sabe cuidar las cosas no sabe cuidar a las personas,
que lo iba a denunciar en Google y Facebook, y que se andara con cuidaíto que si
no sabía apreciar la compañía que le había dado durante todo este tiempo peor
para él, que desde ahora iba a escuchar solo el silencio porque ella se iba a
un restaurante japonés a reconvertirse en camarera robótica. Y adiós muy
buenas.
Por la noche, en su celda, Fray Pío
comenzó a aprender a leer y escribir y a llorar por las palabras perdidas de su
querida Sor Alexa. Y fue él mismo, solito solo, el que aprendió esta gran
lección: Por favor respeten la voz de las mujeres en cualquier formato en que
se presente. Y fin.
De izquierda a derecha las escritoras Salvadora Drôme, Ana Ramos y Carmela Cuello Gijón en la Librería Títere el 2 de Junio de 2022 |