Estoy triste porque ningún político,
esos del debate, ha nombrado a María Zambrano y su libro Persona y democracia. La historia sacrificial. Estoy triste porque
en este momento no me sirven la guasa irónica de Rajoy ni la agresividad verbal
de Pablo Iglesias ni las buenas maneras pero la carencia de profundidad de Albert
Rivera ni la ausencia de imaginación de Pedro Sánchez. Estoy triste porque le
han faltado el respeto a la palabra y el hemiciclo se ha convertido en un
escenario efectista y las televisiones nos han agotado con la retransmisión de
lo mismo una y otra vez.
Y dice María Zambrano que “el orden de
una sociedad democrática está más cerca del orden musical que del orden arquitectónico.”
Y yo sólo he visto salidas de tono, más ocurrencias que pensamiento ordenado y
pocos deseos de “armonizar las diferencias”. No hay voluntad, “buena voluntad”
que diría el filósofo Immanuel Kant y, mientras tanto, en las residencias de
ancianos, los abuelos no pueden ver la telenovela porque les han roto su rutina
diaria para dar paso a la nada, al discurso hueco disfrazado de falsa dignidad.
Señorías, los abuelos y abuelas están inquietos.
Y estoy triste porque como diría María
Zambrano en Pensamiento y poesía en la
vida española “Es el tiempo del desamparo, del triste desamparo humano de
quien no siente su cabeza cubierta por un firmamento organizado. Tan sólo cúpulas,
las falsas cúpulas de la impostura”. Y perdonen que la cite tanto, y es que ya
está bien de Winston Churchill y de Maquiavelo. Y es que nuestros diputados no son nada ideistas ni se dan cuenta
de que España es un canastito de chucherías que con ná se resfría.
¡Ay! ¿Qué vamos a hacer con estos
señores? Porque son casi todos señores los que hablan poniendo perfil de
estatua romana, estatua no de piedra sino de escayola. ¿Es que no se dan cuenta
de que nosotras, los habitantes de a pie, estamos todos el día conviviendo y
deseando convivir? ¿Es que no perciben que fuera de su teatrillo de malas maneras deseamos fervientemente que se riegue la raíz profunda del sosiego? Por
favor, dejen ya atrás los consejos de sus asesores, dejen que nazcan las
palabras mestizas y puras y conviertan ese centro indefinido de egotismos en un
Claro del bosque que huela, por fin,
a la hibridez de la toronja.