domingo, 5 de febrero de 2017

Mis amigas



        Mis amigas son aquellas que no quieren que yo guarde silencio. Mis amigas son aquellas que me dicen “habla”. No distingo entre amiga nueva y amiga antigua, el Dalai Lama decía que no distinguía entre amigo nuevo y amigo viejo, yo he cogido su costumbre.

         Y hablar para mí se ha convertido en lo fundamental, más que escribir, y eso que escribir tiene para mí importancia, porque siempre me he ayudado de la escritura para decir no a lo injusto. Quien mancha mi escritura mancha mi lengua.

         Criada en Andalucía, más de una vez y de dos se han reído de mi habla ceceante. Me da igual, no les guardo rencor a los que me han señalado con el dedo y lo más bonito que me han dicho es: “Mira, que graciosa. Mira, cómo habla.”  Esto no me ha llevado a ser nacionalista, como dice mi admirado Albert Camus: “Amo demasiado a mi país para ser nacionalista”  Para que  quede claro lo voy a poner también en francés, una lengua que siempre he intentado hablar bien sin éxito: “J´aime trop mon pays pour être nationaliste”, esta cita pertenece al magnífico libro Cartas a un amigo alemán escrito en 1945.

         Mis buenas amigas son las que han hecho que rompa a hablar, entre ellas Amelia Sanchis, que me recomendó la lectura de Audre Lorde, concretamente de su libro La hermana, la extranjera. Pequeño libro en el que dice cosas importantes y desafía al miedo.

         Las mujeres debemos hablar, y aún más, debemos ser escuchadas, que se sepa de una vez lo que amamos y lo que no. Y, señores y señoras, deben tener paciencia cuando digamos nuestros gustos porque hemos tardado años en averiguarlos, así que no se impacienten cuando tardamos en leer las cartas de los restaurantes o  en responder a las preguntas que se nos hacen: Estamos pensando. Eso también sabemos hacerlo, algunas veces en silencio, en un clamoroso silencio.