Algunas
veces pensar el mundo me produce mareos, como si los mapas se mezclaran en mi
cabeza y produjeran un haz de luz severa que no iluminara, que tuviera por misión oscurecer: “Oscurecer esta oscuridad, / he aquí la puerta de todas las
maravillas.” Dice el libro del Tao.
Entonces nada significan las fronteras
ni las ansias de los estados burocráticos que nos vuelven seres administrativos
en su máxima potencia y que nos lían con papeles y sellos, con instancias
caducas. Y necesitamos entonces descansar y respirar, y andar por esa selva de
imposiciones hasta domeñarlas y ponerlas a nuestro servicio: Hay que aligerar
el lenguaje administrativo y judicial, hay que buscar otra forma de
relacionarnos con las autoridades, una forma que sea constructiva y que no nos
haga perder el norte, como antiguamente, que éramos esclavas de las pólizas. Pólizas
para todo, eso era el franquismo: una inmensa póliza como portada de una novela
sobre la inseguridad y la hipocresía.
El lenguaje periodístico también está
haciendo méritos para enredarnos, y cuentan la brutalidad como si fuera nimia. Ese
cuento está embotando nuestros sentidos y nuestra voz, ya inaudible por los
ruidos de los veloces automóviles, sólo sirve para decir: “Sí, acepto.”
Contratos que firmamos abrumados por tanta letra minúscula. Y pensamos: “Virgencita,
virgencita que me quede como estoy.” Esa es la gran victoria de la
super-burocracia que se va haciendo invisible, pero no por ello menos molesta.
Y todo viene envuelto en la
transparencia del plástico. Conocí a una familia que tenía envuelto en plástico
los muebles y rechinaba el sofá cuando te sentabas en él, y no le podías decir
que había perdido la cordura porque si no te podía tomar por loca. Sí, eso
surgió con la era del pelotazo y de la relatividad de las opiniones y la creación
de las fotocopias. ¿Para qué necesitamos tantas fotocopias?
“La vida es blanco o negro, no hay
grises.” Me dijo una vez un fotocopista. “Te lo digo yo que estoy encerrado en
esta habitación con esta máquina. Todo es blanco o negro. Nada más.” ¿Se
referiría al cuello blanco de los gobernantes?, ¿al dinero negro? El hombre era
un filósofo, como todos, que tenemos nuestra parcela de saber cercano. Pero no
basta con pensar las cercanías hay que ver nuestros pequeños aleteos hechos huracanes en
el resto del mundo, que ya es uno.
Siempre fue uno. Poco después el fotocopiador amplió su negocio y hacía fotocopias a todo color; incoherencias del ser humano.
Y hay quienes comen pasteles de barro y
creen en la nada porque la nada se ha hecho cargo de ellos. Así que dejémonos de
noticias falsas, del abrumador miedo que solivianta las noches de las ciudades
peligrosas, de caprichos de diamantes y caridades, de contestaciones desairadas
y de terribles estadísticas y pongámonos a dibujar las caras de las que tratan
nuestros expedientes. Los expedientes: Ese modo de información árido e impersonal que sólo se
saltan los pudientes.
Y, así y todo, no debemos perder las buenas
costumbres del hacer lúdico como los castillos de arena que
construyen los niños y las niñas en la playa; como la adivinación de los gatos
ante nuestros falsos gestos. Sólo nos queda respirar hondo y que no nos maten
la buena risa ni aquí ni en África o América, por ejemplo. Y cercar con nuestra negación todo lo que no huela a serenidad, buen pensar y democracia.