sábado, 16 de marzo de 2019

El mapa



Algunas veces pensar el mundo me produce mareos, como si los mapas se mezclaran en mi cabeza y produjeran un haz de luz severa que no iluminara, que tuviera por misión oscurecer: “Oscurecer esta oscuridad, / he aquí la puerta de todas las maravillas.” Dice el libro del Tao.

         Entonces nada significan las fronteras ni las ansias de los estados burocráticos que nos vuelven seres administrativos en su máxima potencia y que nos lían con papeles y sellos, con instancias caducas. Y necesitamos entonces descansar y respirar, y andar por esa selva de imposiciones hasta domeñarlas y ponerlas a nuestro servicio: Hay que aligerar el lenguaje administrativo y judicial, hay que buscar otra forma de relacionarnos con las autoridades, una forma que sea constructiva y que no nos haga perder el norte, como antiguamente, que éramos esclavas de las pólizas. Pólizas para todo, eso era el franquismo: una inmensa póliza como portada de una novela sobre la inseguridad y la hipocresía.

         El lenguaje periodístico también está haciendo méritos para enredarnos, y cuentan la brutalidad como si fuera nimia. Ese cuento está embotando nuestros sentidos y nuestra voz, ya inaudible por los ruidos de los veloces automóviles, sólo sirve para decir: “Sí, acepto.” Contratos que firmamos abrumados por tanta letra minúscula. Y pensamos: “Virgencita, virgencita que me quede como estoy.” Esa es la gran victoria de la super-burocracia que se va haciendo invisible, pero no por ello menos molesta.

         Y todo viene envuelto en la transparencia del plástico. Conocí a una familia que tenía envuelto en plástico los muebles y rechinaba el sofá cuando te sentabas en él, y no le podías decir que había perdido la cordura porque si no te podía tomar por loca. Sí, eso surgió con la era del pelotazo y de la relatividad de las opiniones y la creación de las fotocopias. ¿Para qué necesitamos tantas fotocopias?

         “La vida es blanco o negro, no hay grises.” Me dijo una vez un fotocopista. “Te lo digo yo que estoy encerrado en esta habitación con esta máquina. Todo es blanco o negro. Nada más.” ¿Se referiría al cuello blanco de los gobernantes?, ¿al dinero negro? El hombre era un filósofo, como todos, que tenemos nuestra parcela de saber cercano. Pero no basta con pensar las cercanías hay que ver nuestros pequeños aleteos hechos huracanes en el resto del mundo, que ya es  uno. Siempre fue uno. Poco después el fotocopiador amplió su negocio y hacía fotocopias a todo color; incoherencias del ser humano.

         Y hay quienes comen pasteles de barro y creen en la nada porque la nada se ha hecho cargo de ellos. Así que dejémonos de noticias falsas, del abrumador miedo que solivianta las noches de las ciudades peligrosas, de caprichos de diamantes y caridades, de contestaciones desairadas y de terribles estadísticas y pongámonos a dibujar las caras de las que tratan nuestros expedientes. Los expedientes: Ese modo de información árido e impersonal que sólo se saltan los pudientes.

         Y, así y todo, no debemos perder las buenas costumbres del hacer lúdico como los castillos de arena que construyen los niños y las niñas en la playa; como la adivinación de los gatos ante nuestros falsos gestos. Sólo nos queda respirar hondo y que no nos maten la buena risa ni aquí ni en África o América, por ejemplo. Y cercar con nuestra negación todo lo que no huela a serenidad, buen pensar y democracia.