sábado, 14 de mayo de 2022

Los Viajeros Pudorosos


 

                                                           Para Elsa García y Javier Morales, compañeros de viajes.

 

Los viajeros pudorosos suelen llevar sombreros

con hermosas plumas verdes y pañuelos añiles para secarse la frente.

Ellas portan pesadas cámaras fotográficas, trípodes y medidores

de la luz vespertina.

Ellas y ellos bajan a la piscina en albornoz

y les gusta escuchar a saxofonistas

mientras nadan entre azulejos y brillos, reflejos y delfines

pintados en el fondo.

Al medio día toman un Dry Martini y compran guías turísticas

que nunca leen.

Las viajeras pudorosas escriben postales diciendo que son felices

y regalan delicias turcas de confiterías exquisitas,

también toman helados de pistacho o de fresa.

Los viajeros pudorosos nunca traspasan sus fronteras

y sólo tienen sed de bosques y

de chorro de agua y caballos blancos

que se llaman y no responden, porque son salvajes

como los poemas de las mujeres

que viven en las calles no asfaltadas.

Estos viajeros se hacen retratar junto al silencio del valle

o descansan mientras contemplan el pantano de Iznájar

o juegan al póker o van al cine de verano

o, simplemente, echan la siesta en la hamaca

sin ganas de llevarle la contraria a nadie.

Están siempre pendientes del vuelo de las aves,

de la altura de las torres, del acento de los decires,

del olor a anís que abruma en las noches serenas.

Los viajeros pudorosos y, también, las viajeras

sólo viajan por el placer del regreso:

el placer de contar el viaje a su manera.


En esta antología, publicada por la Diputación de Córdoba y dirigida por Jacob Lorenzo, colaboro con dos poemas. Este de arriba es uno de ellos.









 

 

                                               

sábado, 7 de mayo de 2022

Bibliotecas: embajadas de la imaginación. Discursillo pronunciado el 23 de Abril de 2022. Invitada a la actividad organizada por LIBRO LIBRE en la sede de la A.V. Valdeolleros

 



 

Siempre recordaré el momento en que mi primo Paquito Eduardo, de pelo ensortijado y fantasía desbordante, me dijo que a nuestro barrio de Campanillas, en Málaga, venía un coche lleno de libros para que nosotros pudiéramos leer lo que se nos antojara. Yo imaginé que se trataría de una furgoneta blanca conducida por un hombre eficiente que sabría darnos el libro que pedíamos. Pero la realidad supera muchas veces o casi siempre a la imaginación, y mis expectativas se encontraron colmadas la tarde que fui al punto de encuentro, y vi que se trataba de un autobús que imitaba a una sala rectangular de cualquier biblioteca de verdad. Se trataba del Bibliobús de paredes recubiertas de interesantes ejemplares. No podía con la emoción. Y así, nerviosa, empecé a leer títulos a ver cuál me interesaba. Cogí una historia de los indios de América y las aventuras de un monstruo bueno: el yeti. De repente mis coordenadas provincianas quedaron pulverizadas y me convertí en una cosmopolita de pro que lo mismo  frecuentaba el continente americano que el Tíbet. Ese fue el primer contacto con una biblioteca y lo recuerdo como uno de los días más felices de mi vida, la noche anterior no conseguí pegar ojo, la puerta de la aventura se abría de par en par y, además, sin pagar un duro, gratuitamente. Los libros entraron en mi casa con la vocación de quedarse y hacernos más ricos espiritualmente. Todos los niños y las niñas que frecuentábamos el Bibliobus, que hacíamos cola a sus puertas teníamos un pasaporte para entrar, un carnet que nos identificaba como lectores y lectoras, éramos unos humanos especiales que habíamos recibido el salvoconducto que nos convertía en la ciudadanía de una república generosa: la república de los libros. El carnet aseguraba nuestro carácter de lector, nuestra identidad como amantes de las letras.

 

         Fue por aquel tiempo que le pedí a mi madre que me echara para Reyes una mesa y una silla puesto que había decidido ser escritora, y fue por aquel tiempo cuando decidimos mi primo Paquito Eduardo y yo que compondríamos un libro sobre las suegras, defendiéndolas de los insultos cotidianos, pues había observado que eran injustamente tratadas. Ese libro lo escribiría yo y lo ilustraría mi primo y en él estuvimos trabajando durante mucho tiempo mientras mi hermano intentaba sacarle alguna melodía a la guitarra que nos tocó en una feria. Como ven nuestra vida intelectual era abundante. Y la llave de ese país de la abundancia era el Bibliobús que llegaba a su cita cada semana lloviera o hiciera calor, allí estaba la bibliotecaria y el chofer para hacernos felices.

 

         También teníamos la presencia de nuestra bisabuela que era una biblioteca andante, que recitaba chascarrillos y romances de su invención, la presencia de mi tío que era un excelente narrador y las visitas a mi abuelo Francisco que nos enseñaba que la realidad era dura, pero que podía ser menos dura si uno se desahogaba contándola. Fue a los siete años cuando nacieron mis primeros versos:

 

No llores mi madre

No llores mi madre

Pues yo que te quiero

No puedo verte lloras

No llores mi madre

Que me haces llorar.

 

         Como se ve tenía cierto sentido del ritmo y el comienzo de una temprana sororidad. Ese punto de vista nunca lo abandonaría: la conciencia de que las mujeres eran tratadas con desigualdad incluso en la literatura. La conciencia de que en mi querido autobús lleno de libros eran pocos los firmados por autoras, esto es fácilmente observable para cualquier lectora de títulos como era yo, que me pasaba los minutos eligiendo aventuras según me sugerían esos títulos que me llevaban a países lejanos, muy lejanos de una realidad pacata que era los últimos resuellos de la dictadura de Franco.

 

         Y de pronto sucedió algo extraordinario: nos hicieron un colegio nuevo y en él, dentro de él, albergaron un estómago de letras, pusieron una biblioteca escolar, que para mi gusto estaba infrautilizada, pues casi nunca podíamos entrar a ella. Recuerdo una vez que nos dejaron pasar, recuerdo a un amigo muy especial que se reía a carcajadas leyendo Mortadelo y Filemón. Pero yo enamorada ya de los libros, siendo una pequeña letraherida, tenía un ansia de lectura infinita.

 

         Y de nuevo pasó algo extraordinario: fui a estudiar el bachillerato a Málaga capital y, de nuevo encontré otra biblioteca hermosa: La que estaba sobre las actuales ruinas romanas. Por supuesto que me hice el carnet necesario y saqué novelas y novelones como Crimen y castigo de Dostoievski o la obra teatral El Abuelo de Benito Pérez Galdós. Era una biblioteca muy peculiar, a la entrada había una réplica de El duelo a garrotazos de Goya, y me quedaba extasiada contemplando ese cuadro que tan bien escenifica el defecto patrio de la sinrazón y la lucha entre hermanos, la envidia y la crueldad. Dentro del edificio había una especie de bodega de mentirijilla que a nosotras nos parecía tan natural que estuviese allí, era una especie de homenaje al vino dulce, sentada en ese pasillo, mi amiga Ana María y yo leímos a Juana de Ibarbourou; ya que había en sus fondos pocos libros de escritoras nosotras cuidábamos los que encontrábamos y lo recitábamos conjuntamente. Siempre me gustó ese edificio grande y con un bibliotecario que parecía un personaje de Tomeo.

 

         Pero había otra biblioteca más en la ciudad: La biblioteca de la diputación de Málaga cerca de la Acera de la Marina. Era un establecimiento de tres plantas, creo recordar, con una hemeroteca y una biblioteca infantil de hermosos colores y la biblioteca propiamente dicha que poseía escalerillas para subir a lo más alto de sus anaqueles. Sobre una escalera de esa, escondido entre una multitud de libro encontré el poemario de Las Canciones de Bilitis firmado por Pierre Louys y que hablaba del elegante don del amor entre mujeres. Ya no tendría solo para identificarme la prosa de Marcel Proust y su En Busca del Tiempo Perdido, sino que hallé versos donde pude reconocerme.

 

         En aquellos años apareció en mi vida un personaje importante, se trataba de Laurentino Heras un cura relacionado con la HOAC que me animó a publicar mis primeros escritos. Con él íbamos recitando por los barrios de Málaga y aprendimos que el público, cualquier público, es un aliado para el placer de la lectura. Querría compartir algunos versos de aquellos años:

 

(Leo algunos poemas de Zyriab, mi primera publicación)

 

Y seguirte por los pasillos

Don Serapio

 

         Historias que vieron la luz gracias a los ahorros de mi hermano que actuó de mecenas. Prometo entregar varios ejemplares a Libro Libre en cuanto me lo traigan de mi casa familiar. Y es que después de publicar me dio tanta vergüenza que los escondí para que nadie pudiera verlos. Sin saberlo comenzaba a padecer el síndrome de la impostora.

 

         Pero seguí escribiendo a pesar de no reconocerme a mí misma mis propios esfuerzos. Y la literatura era una envoltura suave, una patria para las mujeres condenadas a no tener patria. Una patria de mar y de sal, de sofisticada y a la vez sencilla biblioteca como es el caso de la existente en el centro George Pompidou de Paris, que conocí a los 19 años y en las que vi y pude teclear el primer ordenador. Eso sucedía en Julio de 1982. Todos estábamos eufóricos, hasta quienes no tenían plenos derechos como yo y mi lesbianismo. Así que me puse a escribir un diario de amor y fruición al estilo de Dante pero en clave sáfica. Ese libro lo publiqué sin darme cuenta y ahora está depositado en la Biblioteca Nacional como tantos otros. Se titula Carcaj. De él voy a leer varios poemas:

 

-Varios Poemas cortos

-Carencia

 

         Y la carencia de libros se convirtió para mí en la más grande de las penalidades, porque solo las letras nos acompañan cuando todo nos abandona. Y es que las letras y las bibliotecas, en particular, son el lugar de la compañía cuando todo nos falla, el lugar del silencio sembrado de imaginación, la almáciga de los versos, el pozo de donde sale el agua que después posibilitará el intercambio. Siempre me he sentido bien en una biblioteca pública, como si estuviera en mi casa, muchas veces mejor que en mi casa, allí he sentido que mi estatus de ciudadana cobraba verdad, una verdad inopinable, nada relativa, una verdad como la luz del amanecer, un sitio donde siento el orgullo de estar, y es que sé que esa casa de los libros es mi más hermoso refugio donde se siembra en mi alma la bondad de los otros y donde entablo conversación con los muertos.

 

         Y desde una de esas bibliotecas, la universitaria de la Facultad de Filosofía y Letras de Granada vi hermosos atardeceres y descubrí La vista de Delf del pintor holandés Vermeer. Allí donde los estudios se me hacían tan cuesta arriba porque mi ser juvenil estaba atareada con otras preocupaciones y exigencias conocí la historia de Tristán e Isolda de Béroul, El Malentendido, El Mito de Sísifo de Camus, la versión francesa de Un amor de Swann o la llegada de mujeres como Margarite Duras, Margarite Yourcenar, Nathalie Sarraute o Julia Kristeva. Mujeres que serían ejemplo para mi vida y de las que imitaría su valentía, su saber y sus vicios.

 

         Pero en Granada había otra biblioteca hermosa, la del paseo del Salón, la que antes fue casino frecuentado por García Lorca, el gran poeta, el indiscutible intimista que se expone. Y allí, entre libros, estaba por estar, por simplemente ser un ratito en el pasado como otras bibliotecas nos posibilitan estar en el futuro con su estructura moderna y atrevida como la del Georges Pompidou que he nombrado antes.

 

         Y estaba además la Biblioteca de la Escuela de Traductores e intérpretes en la calle Tablas, de donde saqué el Elogio de la Locura de Erasmo de Róterdam y en la que entregué un ejemplar que tenía repetido de las poesía de Celaya, ese poeta que dice que la poesía es un arma cargada de futuro y tiene un estupendo estudio sobre Gustavo Adolfo Bécquer.

 

         Y cuando llegué a Córdoba lo primero que hice es hacerme el carnet de la biblioteca municipal hoy archivo de la ciudad y allí coincidí con el escritor Fernando González Viñas. Estaba yo escribiendo por entonces la historia de un torero loco que se llamaba Marcel e investigaba sobre este mundo de crueldades y espadas, banderillas y capotes, y escribí un poema dedicado a Lupe Sino, la novia de Manolete y un artículo para la revista Boletín de Loterias y Toros, ese poema y ese artículo fueron lo primero que vio la luz en esta ciudad donde me quedé a vivir y a convivir. Y fue aquí donde me llegó la noticia que había ganado el premio María del Villar de la ciudad de Tafalla en Navarra con el Libro Poesía Sociable del que haré entrega de 2 ejemplares a Libro Libre. Y del que ahora leeré varios poemas.

 

-Demasiada Mirada

-Canción de la niña en el semáforo

-Silencio

-El amor sencillo

 

         En este libro, mi primera publicación en la edad adulta, comprendí que un texto no es nada sin la presencia de las lectoras y lectores. Me vino bien la sugerencia que me dieron los miembros de la Fundación María del Villar de que le pusiera título a los poemas, desde entonces titulo todo porque el título concreta y ambienta, es una norma de cortesía para quien lee.

 

         Y me gustan los títulos de la escritora Nuria Amat, novelista y bibliotecaria que informatizó las bibliotecas en España y tiene libros hermosos cuyos protagonistas son los libros. Y ahora tenemos la suerte de contar con la escritura de Irene Vallejo que ha conseguido transmitir su amor por los libros con su obra El Infinito en un junco.

 

         Y una obra infinita quería escribir yo sobre el amor lesbiano y por eso me puse a reflexionar sobre las formas en que nombramos el deseo, y así surgió la obra Cómo decir deseo, una reflexión sobre el amor y el tacto del que voy a leerles varios poemas.

 

         (Decir las partes en que se divide y escoger poemas al azar según se encuentre el público de cansado).

 

         Y ahora me encuentro con la grata sorpresa de este encuentro con la asociación Libro Libre que dará la oportunidad a que la poesía se encuentre en la calle como ya sucede en nuestra vecina Portugal en que se puede disfrutar de la lectura y del intercambio de libros, que ya no están cerrados en bibliotecas sino que han hecho del mundo entero una biblioteca. Y eso me agrada. Sin más: Muchas gracias.













sábado, 30 de abril de 2022

1922

Este 2022 se cumple 100 años del nacimiento del psiquiatra Castilla del Pino. Gracias a hombres como él, con su compromiso intelectual, hemos podido disfrutar mejor de nuestras vidas. Le dedico este poema, que aparece en mi libro Cómo decir deseo, con todo mi reconocimiento.


  

LA CIUDAD Y SUS HABITANTES


Y casualmente me encuentro
en este lado de la acera
mientras los remeros se empeñan en el estanque
con no chocar con los turistas,
que vienen a la capital a besarse
entre las estatuas que la historia reverencia
y a pasear en barca
esquivando torpemente a remeros musculosos,
pero al fin y al cabo civilizados,
porque no poseen grandes ríos
ni mares de osadía
y se conforman con el aire del Retiro
y el agua verde y pequeña
donde se ejercitan los ciudadanos-remeros
teniendo cuidado de no salpicar
a quienes acabamos de llegar y pedir
una cerveza y después intentamos imitarlos.
Pero, ¡ay!, nosotros no somos tan civilizados
ni imaginábamos tantos edificios
desde nuestra provincia leve.
Nosotras no sabíamos de la existencia
de estos remeros pendientes siempre
de no chocar con los bordes
de esta piscina grande
donde se guarda el desahogo
de los hombres fuertes
cansados de obedecer y,
sin embargo, obedeciendo.
Y aquellas, ¡oh!, aquellas remeras
con lazos en el pelo
con el pecho endurecido
con ese ir y venir,
ir y venir,
rema que te rema.
Aquellas, ¡oh!, aquellas
que vigilan a los turistas despistados
que no conocen las normas del estanque.
En la tarde que crea
magenta la luz y la luna
tú me engañas
y no me llevas a tomar una copa,
sino que me traes aquí,
a este parque inmenso
y estimado
del que hablan
y del que dicen
sus haberes y peligros.
Y naufrago entre nipones,
ciclistas de piernas heroicas,
magos de tres al cuarto
que quisieron ser Houdini,
cantantes fracasadas,
músicos que aman más la música
que su disciplina,
y tú y yo,
que hemos decidido hacer de Madrid
el cauce de nuestros ejercicios
de cosmopolitismo.
Y mientras nos recogemos
porque refresca
y porque el parque lo cierran
miramos de reojo a los remeros
colegiados, solidarios,
y a las remeras que aún no se han decidido
a formar equipo,
y dices convencida:
“¿Verdad que ha sido buena idea
pasar la tarde en el parque?”
Y asiento mientras
miro cómo se esquivan
los remeros
y mesuro el estanque
verde, de infinitos trayectos.
Nos cogemos de la mano
y el aire húmedo
acaricia la noche que viene,
nuestro cansancio,
nuestra cobardía,
nuestro valor
y la danza democrática
de los juegos de agua
que casualmente hemos visto
desde este lado de la acera
donde quiero estar
para siempre,
como los remeros pendientes
de no chocar con los bordes.







sábado, 23 de abril de 2022

23 Abril

 

Recuerdo un día de lluvia que íbamos paseando por el parque de Málaga mis padres, mi hermano y yo, y nos escondíamos entre las casetas de los libros que ya estaban cerradas pues anochecía. Jugábamos a que desaparecíamos un instante y después nos reencontrábamos con absoluta algarabía, y soñábamos que nos comprábamos cientos y cientos de ejemplares, valiosísimas historias, todo lo que nuestra imaginación inventaba ya que no estábamos en horario comercial, y podíamos ser ricos de deseos y cultura por un tiempo acotado, que nos hacía libres y caprichosos. Era la suprema dicha: poseer todos los cuentos que quisiéramos. Era la noche de las letras infinitas, el momento de aumentar nuestro capital fantasioso y libresco.

 

            Siempre ha sido un acontecimiento importante el 23 de abril, el día del libro, el día en que murió Shakespeare y Cervantes, la mañana que huele a rosas rojas y a sabiduría. Esta tarde a las 18:00 h. daré una charla titulada Bibliotecas: embajadas de la imaginación, en la que hablaré un poquito de esos refugios y leeré algunos poemas míos. El acto está organizado por Libros Libres y tendrá lugar, debido a la lluvia, en la A.V. Valdeolleros en la Calle Sancho el Craso, Local 3.

 

            Y esta semana tengo la grandiosa suerte de poder  participar en la 47ª edición de la Feria del Libro de Córdoba, unas veces como público, otra como ponente o moderadora. El 23 a las 21:00 asistiré al homenaje a Herme, que es la librera de Títere, se lo merece, es una gran trabajadora y ha repartido desde su establecimiento alegría y saber, entretenimiento y diálogo.

 

            El día 24 se presenta la Antología de poetas cordobesas Ni diosa, ni dulce, ni serpiente realizada por Jacob Lorenzo y que ha tenido a bien incluirme en ella. El día 25 modero una charla con Josune García (directora de Cátedra) y Hilde Gersen (Agencia literaria Antonia Kerrigan). Y el día 28 tengo el honor de compartir mesa con Antonio Rivero Taravillo, yo hablaré un poquito de Proust e intentaré que os entren ganas de leerlo. El 29 asistiré como espectadora a la charla homenaje a Castilla del Pino.

 

            Para mí es una semana especial, después vienen Las cruces y la Batalla de las Flores, ¿podemos pedir más divertimento? La verdad es que Córdoba está que se sale, bellísima haga frío o calor. No sé qué libro aconsejaros, no sé di debo aconsejar nada, simplemente os invito a leer en voz baja, en voz alta, en el tren y en el bus, en la casa recostadas como si fuerais una odalisca, en la cocina mientras se hace la comida. Yo leo para ser cada día más libre, y en estos días leeré El caballero de las botas azules de Rosalía de Castro y los poemas de Emilio Prado. Buen día y buena lectura. ¡Ah! Y para los que quieran aprender a escribir les recomiendo Taller de escritura creativa en 44 desafíos de Ana Belén Ramos.




 




sábado, 16 de abril de 2022

Moguer

 


En el imaginario colectivo de todos los niños y niñas de mi edad está la figura algodonosa de Platero, el burrito de Juan Ramón Jiménez, ese escritor que nos proporcionó la alegría de ser de nuevo inocentes. Yo recuerdo que me lo hicieron leer en octavo de E.G.B. y que hice un trabajo que le gustó mucho a Don José Luis, estupendo profesor de literatura que me preguntó anécdotas de la historia porque se creía que la redacción no era mía, comentaba cada capítulo del libro reescribiendo su contenido y su serenidad y eso a él le mosqueó, no creía que sus alumnos se hubieran comprometido tanto con la lectura, pero lo cierto es que me cautivó la tarea: Le entregué unas cuartillas grapadas y escritas a máquina, puse papel de calca y a él le di la copia azul, como si fuera un libro.

 

            Está tan en nuestro imaginario Platero que el sueño de mi hermano y mío también es tener un burrito y atarnos el pantalón con una guita, y pasear por los campos cogiendo hinojos u oliendo rosas, viendo amaneceres con los labradores o atardeceres con los enamorados.

 

            Otra entusiasta de Platero es mi suegra, Remedios Fernández García, que fue concejala de Moguer en las primeras elecciones municipales y que defendió los parques, las plazas y su existencia. Y cada vez que vuelve a esa tierra, que es un parque temático de la humildad y el buen gusto, alejada de Disneylandia y sus feroces imágenes, me trae un recuerdo de esa ciudad cuyo lema es: “la luz con el tiempo dentro”. Y es que Juan Ramón lo impregna todo, su excelencia cantarina y pura nos invade. Mira si estará presente en la vida de sus habitantes que el paso de la borriquita del Domingo de Ramos lleva, además de las figuras pertinentes, una niña con Platero juguetón y semi-protagonista.

 

 

            Pero no todo va a ser Platero, que también apetece tomarse un café en la Plaza del Marqués, plaza en la que figura la estatua de la inteligentísima Zenobia de Camprubí, cada día más visible. Y apetece ir al monasterio de Santa Clara o al convento de San Francisco o visitar la iglesia de la Santa María de la Granada, y después tomar un refrigerio o comer en una de sus tabernas que huelen a brasas, a lo primordial del fuego.

 

            Y si se puede hay que ir con amigos, para compartir la comida y la alegría de la sencillez y hablar de asnografía y reír, y agradecer a nuestros mayores que hayan cuidado este Moguer de blancura.

 


Foto realizada por el excelente artista conceptual Juan Pedro Arjona, más conocido  como J.P.

sábado, 9 de abril de 2022

Semana Santa

 


Quizás los dos momentos más hermosos de la Semana Santa son el domingo de ramos y el domingo de resurrección, es cuando la esperanza se enriquece con la idea de una utopía que parece posible: que el amor reine en el mundo. Puede enturbiarse el propósito con poderes y ambiciones, pero no me digan que no es una genialidad que se deje atrás la ley del ojo por ojo.

 

            La figura de Jesucristo se mostraba campestre en mi adolescencia. Yo, que soy hija de la escuela pública, aprendí en mis primeros años a rezar el rosario, y es que hasta que llegó la democracia las niñas cosíamos y orábamos como pequeñas siervas. Después vendría el Cristo de la liberación, el comprometido. Y se irían, poco a poco, esos altarcitos del mes de mayo que olían a margaritas.

 

            Los seres humanos necesitamos de figuración para tocar con las manos la realidad y esta primavera, si el tiempo no lo impide, veremos las calles llenarse de tronos y pasos. A mí no me molestan, y tengo que confesar, además, que me emborracha el olor a incienso, la visión de la luna y esa música y esa danza que viven nuestros santos.

 

            Suelo leer las obras del sacerdote Pablo d´Ors, su Biografía del silencio, me ha aportado mucho bien, es el libro que más he regalado y el que más he leído. Considero que soy una persona espiritual que ando mientras medito, por eso me verán ustedes tan despistada por la ciudad. Y me duele cuando, por razones espurias, nos enzarzamos en peleillas y en peleazas. Creo que, como Francia, debemos ser un estado laico con todas sus consecuencias y como simplemente humanos debemos respetarnos los unos a los otros. Esto son obviedades, pero, de pronto, los seres humanos necesitamos las obviedades para caminar: No matar es una de ellas, quizás la más importante. Figúrense que creía cuando pequeña que cuando yo fuera mayor de edad no iba a haber guerras. Ingenuidad, y que no había internet en Campanillas (Málaga), sólo había un kiosko donde llegaban la noticias a cuenta gotas y el mundo era más grande que ahora.

 

            Ahora estamos cercadas por las abrumadoras noticias, tenemos información de todos lados y nos llegan los terribles datos de desgracias inmensas. Tal vez la primera de ellas es no escucharnos, y así los líderes de este siglo viven envueltos en presunciones y grandezas aprovechándose de que nosotros vivimos embotados de trabajos mal pagados, que no nos permiten dedicarnos a la contemplación de la belleza. Tal vez por eso, en estos días, se pasea la belleza por las calles envuelta en algo tan moderno como el “relato” de alguien que quiso ser humilde.

 








Este poema pertenece a mi libro Cómo decir deseo





La lluvia


Si no hay Dios nos acostaremos más temprano,
caminarán las gentes sin rumbo por la ciudad,
los puestos de altramuces,
lánguidos y amarillos
regalarán su luz de desengaño.
Si no hay Dios
no tocarán los músicos
ni lucirán sus trajes azules como el agua
de un mar que se retira.
Si no hay Dios las calles húmedas,
dispuestas para el amor y el frío,
para el milagro del fortuito roce
se irán deshabitando
y los tontos, las mujeres y los niños,
todos aquellos que sólo pueden ir
a los espectáculos gratuitos
se irán cabizbajos a sus casas
sin tomar chocolate.
Mientras los mariquitas-azúcar
guardarán con unción
sus deseos para otro año
en que la lluvia
no se empeñe en deslucir
las nubes de incienso.
Si no hay Dios dormiremos
con la sospecha de que nadie
nos cuida,
de que, salvajes, las ambiciones
reinarán por los parques.
Si no hay Dios las niñas dejarán
de ser malas y pérfidas,
ya ninguna podrá ser papisa
como viene siendo costumbre.
Si no hay Dios nos acostaremos
más temprano,
tocaré tu piel de hielo
que quema tanto tanto
y entrará el frío por la ventana
y la lluvia
y, ¿ por qué no?, el deseo
de que Dios renazca
el año que viene
para que los tontos, las mujeres y los niños
tomen chocolate
en la nocturnidad de las madrugadas
de pasión,
para que los mariquita-azúcar
aprovechen los roces furtivos,
para que tú y yo
salgamos a comprar altramuces
mientras paseamos por la ciudad
ordenada, festiva, atenta,
que acoge a los turistas
que siguen las sendas
de las vírgenes apuñaladas,
del crucificado herido.
Y si Dios renace
esconderemos los paraguas
que nos han traído mal fario,
no pasearé sola
por las espléndidas calles
humedecidas.
Si Dios quiere, Dios volverá
el año que viene
con sus fantasías locas
de lo eterno.
Por si acaso Dios no quiere
volver
me agarraré a esta lluvia
y a la luz inmensa de tu entrepierna.



sábado, 2 de abril de 2022

Dibujantas

 


De la Plaza de las Tendillas, el lugar donde las campanadas suenan a guitarra y, en primavera, estalla el azahar, sale la calle Jesús y María, seguida de la calle Ángel de Saavedra, en esa zona se encuentra la librería Luque, el teatro Góngora, el Conservatorio y su chiquillería, la iglesia de Santa Ana y la Casa Carbonell, donde nació el Duque de Rivas, aquel del Don Álvaro y la fuerza del sino. Es una ruta que desemboca en la Mezquita-Catedral, una ruta cómoda pues el enlosado es igualitario y fácil de transitar, sólo hay que dejarse llevar por el placer de caminar cómodamente.

 

            Allí en la Casa Carbonell, casa palaciega y elegante, se encuentra la sede de Vimcorsa (Viviendas municipales de Córdoba) que contiene una sala de exposiciones coqueta y acogedora. Del 24 de marzo al 29 de mayo podemos ver Dibujantas. Pioneras de la ilustración. Ya en 1931, en el Lyceum Club Femenino hubo una muestra de trabajos firmados por mujeres, esta cita de hoy bebe del espíritu del ayer. Para quienes quieran saber sobre ese grupo de artistas, que conformaron un club tan rico intelectualmente allá por 1926, les recomiendo que lean el libro La conspiración de las lectoras escrito por José Antonio Marina y María Teresa Rodríguez de Castro, también pueden ver el documental de las Sin sombrero.  

 

            Y para quienes quieran informarse sobre la hermosura de los dibujos y sus autoras sólo tienen que ver el catálogo que se puede obtener gratuitamente gracias a un código QR.  Los textos son claros y amenos, me encantó el escrito por Ángeles Caso. En realidad se trata de un trabajo delicado, de una exposición, comisariada por Josefina Alix y Marta González Orbegozo, que bebe de los fondos del Museo ABC.

 

            Esta cita en el centro de la ciudad pienso frecuentarla tanto como pueda pues siempre descubres detalles nuevos. Me gustaron las obras de Delhy Tejero: El Clima y La nube nubilla. Pues se trata de la concreción de lo inmaterial, como si fuera un poema de Cavalcanti, el autor que pone Ítalo Calvino como ejemplo de la levedad. Es interesante bucear en la biografía de las autoras y quitarle peso a estos tiempos que se muestran tan tajantes acudiendo a los cauces de la belleza que estas pintoras procuran. Estoy deseando que vengan mis amigas a visitarme y guiarlas por ese mundo hasta ahora oculto de la historia de las mujeres ilustradoras. Después podríamos tomarnos un pastel de limón y echar la tarde entre risas porque hemos encontrado un espejo en que mirarnos.